Es sencillo encontrar ejemplos de obsolencia planificada, en objetos, pero
es muy triste encontrarlos en personas.
Me gustaría reflexionar sobre aquellas empresas que realizan contratos en prácticas,
continuamente, renovando al personal constantemente, poniendo fecha de
caducidad a la experiencia a cambio de una reducción de costes empresariales.
El sistema que genera este tipo de situación, no valora el bienestar social,
ni la seguridad y compromiso del individuo con la empresa, como si se tratasen
los recursos humanaos como maquinas que pueden descartarse. Los trabajadores
sentimos, nos comprometemos con la causa, muchas veces sin que la misma empresa
lo incentive, y finalmente quedamos descartados en base a una planificación
absurda que convierte la vida en algo importante ante para el trabajo y no al revés.
Pasamos del teocentrismo al etnocentrismo y desgraciadamente el materialismo
nos condena a una vida infeliz.